Leyendas

Jorge Tineo se acostó esa noche antes que los demás pinches del campamento. Estaban ya en el quinto día y el cansancio de la marcha le pasó factura. Pero extrañamente no podía quedarse dormido. Estaba dándole vueltas al suceso que había pasado ese día durante la marcha y que sólo conocían unos cuanto monitores y sus compañeros pinches de cocina:
Durante la vuelta de la marcha a unos 7 km del campamento se levantó una intensa niebla. Aunque todo el campamento iba en fila y bastante próximos unos a los otros, hubo un momento en el que el camino se volvió mucho más angosto y tuvieron que caminar a fila de uno. Uno de los niños de la tienda del monitor Pedro Corredera(que tenía un defecto en la visión) se quedó un poco retrasado en la fila, lo que le dejó sólo ya que ellos cerraban el enorme gusano de gente que formaban. Pedro se retrasó a su vez cuando notó que uno de los suyos faltaba. No pudo encontrar al niño (que ya lo había adelantado) y empezó a ponerse nervioso, lo cual le hizo perder a su vez la orientación y la noción de dónde estaba. Vagamente intentó seguir el ruido de la marcha pero los notaba cada vez más lejos, y la niebla junto a su defecto de visión hacían que ni siquiera pudiera verse los pies. Llegó un momento en el que realmente estaba andando completamente a ciegas y ni siquiera oía ya el rumor de la marcha. Andaba por un terreno sin árboles cada vez con más desesperación cuando oyó una voz que dijo: !Pedro! Él intentó reconocer la voz pero no tenía ni idea. !Pedro! una vez más, pero más cerca. Siguió andando con las piernas temblando. Esta vez escuchó una voz justo a su lado: !Pedro, párate y siéntate!
Pedro sintió que debía obedecer a esa voz desconocida, que ya no volvió a escuchar.
A los 10 minutos la niebla se disipó y se encontró justo al borde de un acantilado de unos 30 metros. Los monitores que habían acudido en su búsqueda minutos después se lo encontraron justo en el mismo sitio completamente paralizado por el pánico

Jorge no podía dejar de pensar en eso cuando sintió que un peso hundía el colchón de la litera de arriba, lo cual era imposible porque nadie había entrado al cuarto. Se quedó paralizado por el horror unos minutos y decidió ir al porche donde estaban los otros pinches. Cuando vieron su cara se convencieron de que no estaba gastando una broma y reunieron el valor para meterse en el cuarto con una potente linterna, ya que no había luz eléctrica en él.
Cuando alumbraron estaba todo en orden y en la litera no había absolutamnte nada. Bueno todo en orden no, dijo una pinche, mirad esos dos cuadros:
El cuadro del cristo y de la virgen de la habitación estaban volcados y el uno frente al otro en una posición imposible.
Alcaucín, campamento mies.1994

Chen