cerdos & diamantes

estupideces escritas con honestidad de gorrino

24 julio 2007

El día que huí de la cola del paro

Esta mañana he tenido esas mañanas de arreglar papeles imposibles. Uno de esos en que intuyes que te va a pasar lo de Asterix y Obelix en las doce pruebas cuando tienen que pedir un papel en la administración. Estaba preparado para eso. Pero no estaba preparado para otra cosa.
Cuando ya estaba en mi casa y la rubia me ha preguntado por qué me había venido sin arreglar nada le he dicho que es que había mucha gente y hacía demasiado calor. Gente había, pero realmente el aire acondicionado funcionaba a tope. Lo que me ha hecho volverme ha sido una sensación de agobio aplastante que he sentido durante unos minutos, y ya no he podido aguantar más cuando un señor de unos 40 años aparentemente normal ha entrado hablando solo. Primero musitaba, después balbuceaba, y por último he querido entender que decía "soy yo", "soy yo". Después de un minuto comprobando que su estado no era muy equilibrado le han dado paso. No he podido soportarlo, me he agobiado. No he podido evitar sentirme tan vulgar. Pasar a engrosar las listas de esa maldita institución.
Seguramente el síndrome "Loser" lo he tenido varias docenas de veces, pero hoy he recordado auqella vez de cuando tenía 10 años, y hubo una especia de pelea en el grupo no recuerdo por qué. De un lado quedamos los losers y de otro los demás. Cuando digo losers me refiero a el típico chaval con gafas, la hermana rarita de mi amigo y a un gordito asocial. Lo peor de esa semana de destierro fue una tarde en la que arrastrados por la hermana rarita (hoy en día gótica) acabamos en una de esas tiendas de barrio de las de antes que aún vendían desde jueguetes a retales de de tela. El caso es que era una tienda ténebre que no duró más de dos meses abierta y que seguramente no había recibido la visita de nadie (nadie cuerdo). Nos asaltó una señora bastante mayor, arrugada y de vestimenta anterior a los sesenta. Nos enseñó todo el material posible de la tienda, y de entre todo ello a mis amigos de destierro les gustaron una especie de uñas falsas de bruja, que pensaban utilizar para asustar al grupo opresor, mientras la vetusta dependienta nos decía "traed a vuestros amigos, llamadlos". No lo soporté más y me fuí a mi casa corriendo invadido por una sensación de desasosiego brutal. No salí de mi casa en tres días, ya cuando el grupo me aceptó.

1 comentarios:

  • A las 19:45 , Anonymous Anónimo ha dicho...

    Bienvenido a esta cruel realidad y a esta sociedad podructa que nos tiene locos de atar. Verás como poco a poco te acostumbras y ves que la vulgaridad tampoco es tan mala.

     

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio