cerdos & diamantes

estupideces escritas con honestidad de gorrino

08 noviembre 2006

Odisea bolivariana

Una banda de música medieval sueca había secuestrado a mi mejor amigo en un puticlub de Bolivia. Una carta sellada con un acorde de blues me informó del suceso antes de que sucediera, ya que la franja horaria distaba en 7 horas. Cogí mi bolsa llena de productos descatalogados de los 80 y me encaminé hacia la puerta de embarque donde convencí a la azafata de que me dejara subir al avión tras recitarle de memoria un discurso de Franco en inglés.
Un señor gordo se sentó a mi lado portando en sus infames dedos la guía Marca. Detrás de varias miradas apareció su hija, que intentó entablar una conversación conmigo, utilizando la vieja estrategia de desgranarme el último disco de David Bisval. Supe que era una trampa que los Damianos, la organización que gobierna el mundo en secreto, me estaba poniendo, y logré zafarme de ella proyectándole una imagen de la primera gala de OT en la que sentí verguenza ajena.
Pude aterrizar sin más incidentes en el aeropuerto de La Paz. Sentí náuseas al ver esa ciudad tan fea y un millar de enanitos ofreciéndome regaliz antes masticado por Hulk Hogan. Saqué fuerzas de dentro recordando aquellas discusiones sobre películas inmundas que sólo querían ser vistas por amigos mitómanos, y les pude vencer contándoles la historia del ruso que vino a España a pillar coca barata y le dieron una aspirina cuarteada. Les horrorizó tanto que sus pequeñas cabezas estallaron formando una enorme cara sonriente en el cielo que se parecía a Lucky Luke. Entonces me fumé un cigarro, y me puse a pensar en la cantidad de gente que es hoy fumadora porque de pequeño veía ese enorme y larguísimo anuncio de Marlboro en forma de serie de dibujos, camuflada como Lucky Lufe.
Hasta ahí podían llegar los damianos.
Me las arreglé para encontrar al Gran Maestro Maligno que tenía a mi amigo en su poder. Su maldad radicaba en su total falta de pudor, sus chistes fáciles y su éxito en el mundo sin ningún talento constructivo, y me acordé de aquel episodio de verano azul en la que Quique y Piraña imitaban todo lo que decían sus padres y lo utilicé. Una vez más salí victorioso. Pero la euforia se desvaneció en cuanto ví que la cabeza que me ofrecían como la de mi amigo era en realidad la de Evo Morales. !Malditos damianos imperialistas!

Chen (la fiebre es dura)

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