Las Doce y 39

Tan cierto como que no es viento lo que digo, ni hielo, ni cierzo, ni el ruido sureño del romper de las olas en el mar, ni el contoneo de la cigüeña, ni el lastre que deja la huella de goma en el asfalto; tampoco ceniza, ni escombros, ni derrumbe, ni queja;
Tan cierto como que no acierto acordarme de olvidarte, ni escapar de los semáforos, las horas, los bares, la cama desierta, el derrumbe de arena marchita por un golpe de Sol, o el eclipse de mar que se tranforma en silencio, en noche, en el rumor de los momentos perdidos, en sal blanca que pinta de añil mis manos y entrecorta el reloj y le saca verdades y me quedo con el tiñe azul del mercurio de mi voz.

Chico